Confundido
Por aburrimiento y para matar el tiempo, agarró un libro de uno de los seres más famosos de aquel planeta perdido.
“Pienso, luego existo”, leyó. Buscó otra traducción: “pienso, por eso existo”. La leve, pero significativa diferencia lo dejó pasmado.
—¿Al principio, yo pensaba? —dudó—. No, solo existía… —musitó ante sí mismo— …fue después que se me ocurrió lo de ir haciendo cosas, por hastío: no tenía nada que hacer. Y cuando no pensaba, ¿existía o no existía? O será —dijo en voz alta como para aclararse— que no pensaba y por eso me salieron las cosas así…
Aunque lo intenta, no recuerda nada de aquel momento previo.
Si antes no pensaba, no existía. Si no existía, ¿cómo creé todo?, se preguntó Dios.
Comentarios
Publicar un comentario