Relación tóxica

La complicidad que construyeron durante años y los episódicos momentos de felicidad ya no eran suficientes, pero una parte de ella no lo dejaba ir. 

No era culpa de él, nunca le prometió nada. Fue ella quien cambió: lo que al principio le fascinaba, ahora le fastidiaba. Sin pronunciar palabra, aguantó muchos años por comodidad, por inercia, por miedo. 

Y, aunque lo seguía queriendo, se sentía exhausta. La relación se tornó insostenible. Cansada de que él ju gara con sus expectativas, de los silencios premeditados y de las ambigüedades calculadas, ella lo dejó. 

Nunca más leyó a quien había sido su escritor favorito.

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