No se nace, se deviene
—¿Todavía estoy garchable? —le pregunta con angus tia mal disimulada a su vieja amiga de noches y aventuras. En el último tiempo, tantas veces sus tetas han sido plato de comida; en el último tiempo, tantas veces su cara fue pintada con brillos y témperas de princesa; en el último tiempo, tantas veces su panza ha sido guarida ante el dolor de su hijo…
La amiga la mira fijamente durante unos segundos, desconcertada ante la pregunta: tiene enfrente a una mujer hermosa y divertida, que supo ser osada y ahora duda de sí misma. Pero pronto se da cuenta de que es una mamá joven que olvidó cómo era desear y ser deseada.
Una milésima después, reacciona:
—Re garchable, amiga —responde con seguridad mientras el color absorto de sus ojos se transforma y aparece una sonrisa audaz. Le sostiene la mirada, que ahora brilla y abre una hendija para su propio deseo, desconocido y soterrado durante años—. Cuando quieras.
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