Cuestión de fe

Desesperado, miró al cielo y gritó con todas sus fuerzas: 

 —Si me escucháááááás, dame una señal… 

No hubo más que silencio. 

 —¿Ves? No existís, sos una gran mentira —musitó entre enojado y resignado. Ya no creo en vos, pensó. 

Y escuchó: —Ni yo en vos, gil.

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